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—¿Cómo estás?

—La verdad, extrañándote, nadie puede derrotarme jugando a las carreras.

—Pero bueno, ya estoy de regreso.

—Tu tono de voz se siente, no sé más. ¿Alegre? Parece que las cosas te están yendo bien.

—No sé si alegre, pero sí me siento mejor que otros días. Bueno, vamos por esa partida, vamos tres a dos y tal vez podamos ver lo que el viento se llevó, la puedo exhibir si conversamos en una reunión virtual, tranquila, sin vernos las caras.

—Así es mejor.

—No sé si andas suspirando por tu dichoso y supuesto novio o el señor N, te oí conversando con él, mujer, andabas maldiciendo al mando del videojuego.

—No digas eso, bueno, si es que con el señor A, hasta me olvido que soy una señorita bien portada que ni siquiera eructa.

—No me cuentes esas cosas, mujer, un poquito de amor por mis dulces oídos, por favor, no sé cómo puedes hablar con un extraño de esa manera.

—No es un extraño, es el señor A.

—Ni que fuera un personaje de comic, pero bueno, entonces si tus suspiros no eran
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