Después de aquella noche loca, Fabrizio buscaba cualquier excusa para estar cerca de ella, algo que la preocupaba porque, a pesar de sus intentos de mantenerse lejos, parecía que cuanto más intentaba alejarse de Fabrizio, más se acercaba. Él seguía visitando el café a cualquier hora; solo llegaba, preguntaba por ella e iba hasta donde ella estaba para saludar. A veces se sentaba, comía algo y se iba. Tanto así que los empleados ya lo saludaban con familiaridad y este no tenía que abrir la boca para pedir nada porque ellos ya conocían sus gustos.
Alguna vez una de sus meseras se refirió a él diciendo que “había llegado su novio.” ¿Por qué lo hizo? Carina no tenía la culpa; la culpa era de las señales equívocas que daban ellos al resto del mundo. Una cosa era lo que parecían y otra muy diferente lo que eran. Cada vez qu