La luz en ese vestidor ya era tenue, y con el maquillaje tan cargado que llevaba, su cara se veía pálida.
Así que cuando Camila sonrió, de verdad parecía un fantasma.
Cuando vi esa sonrisa, el corazón me dio un vuelco.
No fue porque ella se viera terrorífica, sino porque tuve la sensación de que estaba tramando algo.
Esa sonrisa suya era como si dijera que su plan estaba a punto de cumplirse, esperando que Valerie y yo cayéramos en la trampa.
Cuanto más pensaba, más intranquila me sentía.
La observé con atención, decidida a descubrir qué pretendía.
Ella terminó de cambiarse, cerró con llave el casillero, se colgó el bolso y salió del vestidor.
Durante todo ese proceso no volvió a mirarnos, caminó frente a mí como si esa sonrisa extraña nunca hubiera existido.
Me puse intrigada mientras se alejaba. Estos días estaba demasiado tranquila, demasiado rara.
¿No estaría guardando un as bajo la manga?
—¡Ah!
Mientras pensaba eso, Valerie gritó con un tono agudo.
Mi corazón dio un salto y corrí