—¿Qué es lo que pasa? Ya estamos aquí, todos nos están mirando. Si te vas ahora, sería un poco vergonzoso.
Alan me sonrió. Y ni siquiera tuve que girarme para sentir esa mirada intensa que se posaba sobre mí. Me di la vuelta y, efectivamente, vi a Mateo sentado en el centro, mirándome con enojo. Le reclamé a Alan:
—¿No dijiste que no venías con Mateo?
Alan se rio:
—Es cierto que no vine con él, pero él llegó antes.
Hizo una pausa y luego continuó, con una sonrisa:
—¿Qué sucede, Aurora? ¿Desde cuándo le tienes tanto miedo a Mateo? Recuerdo que antes eras muy valiente frente a él.
—¡¿Quién dice que Aurora le tiene miedo?! —Valerie exclamó, defendiéndome.
Luego me agarró de la mano y dijo:
—Vamos, entremos. No dejemos que se rían de nosotras.
Con el corazón acelerado, comencé a caminar hacia adentro. Fue entonces cuando vi que sobre la mesa había un gran pastel.
Y Camila estaba sentada junto a Mateo, con un vestido de princesa y una corona en la cabeza.
Parece que esta es la fiesta de cu