Pero para cuando lo noté, ya era demasiado tarde. Me mentí a mí misma, diciéndome que quizá solo estaba exagerando.
Después de todo, Michael no tenía motivos reales para odiarme. No debería hacerme daño, no tendría sentido.
Pero fui ingenua. Subestimé la maldad de la gente… y sobrestimé el poco cariño que alguna vez hubo entre nosotros.
Ahora que lo pensaba, si en serio quería vengarse de Mateo, era lógico que me usara a mí.
Aunque todos supieran que Mateo no me quería, también sabían que yo era su mujer.
Si Michael no podía acercarse a Camila, entonces… solo le quedaba atacarme a mí.
Habiéndolo entendido todo, volví a mirar al hombre frente a mí. En ese momento, solo pude pensar en lo mucho que puede sorprenderte lo que las personas esconden en su corazón.
Le dije:
—Puedes haberme atrapado, pero eso no significa que lograrás hacerle algo a Mateo.
—Eso no lo sabes —me respondió, con una sonrisa confiada.
—Aurorita, ¿qué te parece si hacemos una apuesta?
Su voz era tan suave como siempr