Por instinto, aparté su mano de un manotazo.
—¡No me toques!
Su mano cayó a un lado. Sus dedos largos se cerraron un poco, como si se aguantara algo.
Luego me miró con desprecio y dijo, con una sonrisa que reflejaba su odio:
—Mira tú. Eso de disculparte no fue más que un intento por agradarme ahora que soy exitoso. Si yo siguiera siendo el mismo tipo que todos despreciaban, tú, Aurora, seguro ni me mirarías, ¿verdad?
Su expresión era burlona, y el odio seguía encendido en sus ojos.
Apreté los dientes, sentí impotencia y rabia:
—Reconozco que fue un error llamarte basura antes, pero ¿en serio era necesario arriesgar tu propia felicidad solo por arruinar la mía? La vida se te va en un abrir y cerrar de ojos, ¿de verdad te parece que vivir así tiene sentido?
Mateo se quedó inmóvil de inmediato.
Tras unos segundos, con su mirada amenazante, me dijo:
—¿Crees que nuestro matrimonio arruinó tu vida?
—¿No fue así? Y no fue solo la mía, también la tuya. Mateo, en serio, necesitas ayuda. Eres ma