Me asusté y corrí tras él, pero las piernas me fallaron y caí al suelo como tonta.
—Me duele mucho...
Le grité a Mateo.
Por fin se detuvo un momento. Se volteó y me miró, bien molesto y tenso.
Me acurruqué en el piso, abrazando las rodillas, frotándome la mano, mirándolo con cara de lástima:
—De verdad me duele... y tengo frío.
No estaba inventando.
Este lugar está lleno de los hombres de Waylon. No fuera a ser que Mateo no logre cortarle la mano a Waylon, y más bien termine él sin manos.
Sentía que el hombre delante de mí ya no era el mismo, estaba raro, impulsivo, como un niño encaprichado.
Puse mi mejor cara de débil y lo miré, sin quitarle los ojos de encima ni un milisegundo.
Él tenía los puños apretados a los costados y se quedó viéndome en silencio un buen rato, hasta que al fin se acercó.
Se agachó enfrente de mí, hablando con su tono seco y molesto:
—¿Y tú qué haces aquí? ¿Todavía no te alivias y vienes a meterte en esto?
Yo ya estaba harta.
Si no llegaba a tiempo, capaz y ni