—Entonces... eso... ¿significa que... te gusto?
Apreté las sábanas con fuerza. Justo cuando él ya se iba, dejé salir esa pregunta sin pensar.
Y apenas abrí la jeta, me arrepentí.
Era justo lo que él había querido que le preguntara toda la noche.
Yo lo había evitado.
Había decidido no hacerlo.
Y lo peor fue que justo ahora, en ese momento absurdo, salió de mi boca como si nada.
Al final, parece que mi corazón no es tan fuerte como yo pensaba, ¿no?
Mateo se detuvo un segundo.
No se dio la vuelta.
Su voz sonó seca, algo burlona:
—¿Gustarme tú? ¿De verdad crees eso posible?
Y sin más, se fue.
Ni siquiera miró atrás.
Salió, cerrando de un portazo.
Bajé la cabeza y sonreí, pero de tristeza.
Así que... no debía haber hecho esa pregunta, ¿cierto?
Pensé en cómo se fue, lleno de enojo, como si yo fuera la que le rompía el corazón.
Ese dolor en mi pecho volvió, y ahora era más fuerte.
Una tristeza pesada se me subía hasta los ojos.
Siempre es así.
Él actúa como si yo fuera la que lo lastima.
¿Alg