Me quedé helada con su grito. Después de un rato, giré y me fui.
Ese tipo era de lo más raro.
Solo le pregunté si se sentía mal y me contestó como fiera, diciendo que no quería mi lástima.
Qué chiste.
¿Quién iba a sentir pena por él?
Mírenlo bien: se cree el dueño del mundo.
Si voy a compadecerme de alguien, seguro no sería de Mateo, ¿no?
Justo cuando abría la puerta para salir, escuché algo romperse atrás.
No me volteé. En mi mente, le dije: "Pinche loco".
Al salir de la oficina, todos me estaban viendo.
Seguro esperaban verme llorando después de enfrentar al jefe enojado.
Y como salí entera, vi lo decepcionados que se pusieron.
Me dio risa. Qué ganas de verme jodida.
—Aurora, ¿y? ¿Qué dijo el señor Bernard? —Lucy se me acercó corriendo.
Le tiré el informe todo arrugado:
—Dijo que tu trabajo es copiado y mal hecho. Estaba muy enojado. Dijo que estás despedida.
A Lucy se le fue el color de la cara y empezó a llorar:
—¿Y ahora qué hago? No puedo perder este jale. Anoche mi niña no me de