Me mordí la lengua y no dije nada.
En ese momento, sentía tanto coraje contra Mateo que hasta pensé en usar a Javier para hacerlo enojar.
Pero, ahora que lo pienso bien, qué idea tan tonta.
¿Cómo se me ocurrió usar a otro hombre para provocar a alguien que ni siquiera me quiere?
Javier se quedó callado un rato mirándome, luego dejó escapar un suspiro:
—Vamos, te acompaño.
—No hace falta —le contesté—.
Afuera hay muchos taxis, puedo tomar uno sin problema.
Javier no insistió:
—Como quieras.
Hizo una pausa y añadió, con un tono que sonaba algo cortante:
—La próxima vez, mejor no uses a otros para tus juegos con Mateo.
Me sorprendió que le importara tanto.
—Perdón, no volverá a pasar —respondí.
Javier me miró unos segundos sin decir nada, luego dio media vuelta y se fue de regreso a los consultorios.
Lo seguí con la vista mientras se alejaba, preguntándome si todavía tenía cosas que hacer en el hospital. Menos mal no acepté que me llevara.
Al salir del hospital, me sentía como un trapo mo