Miré la pantalla, dudando.
¿Contesto o no?
Al final decidí contestar. Ese hombre cambia de humor tan rápido que si no contesto, seguro se vuelve loco.
Le di al botón para contestar, sin decir nada, esperando que fuera él el que hablara primero.
Al instante, una voz suave de mujer vino del otro lado:
—¿Hola, es Aurora?
Dios santo.
Era Camila, usando el teléfono de Mateo.
Qué fastidio, si hubiera sabido, no lo habría contestado.
Ahora que escucho su voz, me da más molestias.
No entiendo cómo Mateo puede gustar de una mujer como ella.
¿Será que los hombres se sienten atraídos por mujeres que parecen tan débiles y como si siempre estuvieran al borde de la catástrofe?
Justo cuando pensaba en colgar, ella dijo:
—Mateo está en la ducha.
¿Mateo está en la ducha?
¿Entonces ellos… están juntos?
Lo pensé un momento. Claro, son pareja, vivir juntos es lo más normal.
Un dolor recorrió mi pecho, aunque sabía que sentirme así era mi culpa y la de nadie más.
Dije en voz baja:
—Oh, ¿y por qué me llamas