Mateo me empujó, mientras me miraba:
—Aurora...
—Ellos... Ellos me dieron algo, yo... me siento tan mal...
Mateo respiró profundo, como si estuviera luchando por controlar su rabia.
Me gritó:
—¿Ellos te dan algo y tú lo tomas? ¿Y si era veneno, lo habrías tomado también? ¿Por qué siempre eres tan descuidada, tan boba? Aurora, de veras, si te hubieras muerto, te lo habrías ganado.
Me gritó con tal furia, parecía haber llegado a su límite.
Llorando, sacudí la cabeza, tirando desesperadamente de los botones de su camisa y de su cinturón.
Ya no quería escuchar nada, solo quería... no sentirme tan mal.
Cuando apenas había desabrochado dos botones, él sujetó mis manos.
Me miró fijamente:
—¿No dijiste que nunca más tendríamos nada que ver? Si esta noche hubiera venido Michael, o Javier, o incluso Alan, ¿también les habrías pedido ayuda?
Sacudí la cabeza con desesperación:
—¡No! ¡No!
Aunque mi cuerpo estaba sufriendo, aún tenía algo de cordura.
Aparte de él, Mateo, no quiero a nadie.
Solo lo q