No dije nada más y me di la vuelta rumbo al baño.
No sé si fue idea mía, pero sentí como si una mirada amenazante se me clavara en la espalda.
Igual, cuando giré para ver, no había nadie.
Qué extraño. Hace tiempo que Mateo no se aparece, y hace tiempo que no me sentía así, como si me estuvieran observando.
No tengo claro qué está pasando, pero algo no me deja tranquila.
Mejor comer rápido y volver a casa. Allá sí me siento a salvo.
Después de ir al baño, me lavé las manos, medio en automático.
De pronto, en el espejo, vi que algo se movía. Alcé la mirada sin pensarlo.
Y ahí mismo, mi cuerpo se tensó, y abrí los ojos de par en par.
No lo podía creer.
¡Era Mateo!
¿Cómo podía ser?
¿Qué hacía él, alguien como él, en un restaurante escondido como este?
¡Y encima en el baño de mujeres!
Seguro es el cansancio. Estoy alucinando.
Me froté los ojos, apurada, pero cuando miré otra vez... seguía ahí. Reflejado en el espejo. Como si nada.
Tenía esa sonrisa cortante, con sus ojos llenos de desprecio