Si hubiera tenido un espejo cerca, seguro que habría notado lo ridícula que me veía. En ese momento, Alan me llamó desde la ventana del segundo piso, así que le dije a Mateo:
—Hablamos luego, que Alan me está llamando; voy a ver a Valerie y después paso a verte.
—Está bien —hizo una pausa y añadió en voz baja—. Aurora, cuídate mucho y no te pongas a pensar puras tonterías.
—¡Sí! —le respondí fuerte antes de colgar.
Alan seguía gritándome desde la ventana, así que entré rápido a la casa. Al pasar junto al espejo de la pared, vi que tenía los ojos muy rojos; a veces de verdad me molestaba ser así. Era obvio que la que estaba mal era yo y la que sentía culpa era yo, pero al final siempre terminaba siendo Mateo el que venía a consolarme. Aurora, de verdad que no podía seguir así; él también estaba cansado y tanto su cuerpo como su corazón habían salido heridos.
Él me consolaba a mí, pero ¿quién lo consolaba a él? Mateo ya se estaba esforzando por mirar hacia adelante, imaginando con alegr