Mateo se rio en mi cara, se agachó y me miró:—¿Cómo que no sabías nada? Aurora, ¿a quién quieres engañar?
—¡De verdad no lo sabía! —dije, apoyándome en el suelo, débil por el vino.
Mateo dio una calada al cigarro y me habló con un tono sarcástico, sonriendo:
—Lo que tu digas, supongamos que no lo sabías. Pero antes de venir, sabías perfectamente que él era el dueño de esta empresa. ¿Por qué sigues trabajando para él? ¿Por qué lo acompañas aquí y luchas tan duro por conseguirle inversiones? Aurora, ¿cómo se supone que te crea que no tienes nada con él?
Él me miraba con desprecio. Sabía que dijera lo que dijera, no me iba a creer. Siempre había sido así, nunca me había dado confianza, solo me miraba con odio y desprecio. De todos modos, las cosas ya estaban así. Tenía que conseguir esa inversión para el proyecto de Michael.
Apreté las manos con fuerza y miré a Mateo:
—No hablemos de eso, hablemos solo del proyecto de hoy... sí mejor…
—¡Aurora por favor! —Mateo gritó de repente.
Me miró c