Él colgó el teléfono en cuanto terminó de hablar.
Me dejó extrañada.
¿Escapar de la boda? Eso era imposible; de lo contrario, ¿cómo iba a castigar a Camila? Aunque, viéndolo bien, ya no importaba mucho si me escapaba o no. De todos modos, la boda no iba a poder realizarse como debería.
Tal como dijo Javier, la maquillista y la estilista llegaron muy pronto. Desde que Camila le había gritado así a mi padre hacía un rato, él se quedó parado en el patio esperándome, muy obediente. Pensaba ir conmigo en el auto de la boda hasta el hotel. Era obvio que Carlos ni siquiera le avisó de su propia boda. O quizá cuando lo llamó, él estaba en la cama con alguna mujer y Carlos se enfadó.
Sin pensar demasiado, me puse el vestido de novia y dejé que la maquillista empezara. Vino todo un equipo de maquillaje; Camila y yo nos arreglamos al mismo tiempo. Cuando terminaron el maquillaje y el peinado, ya eran casi las diez.
Las limusinas adornadas con flores llevaban tiempo esperándonos en el patio. Las