El señor Martínez estaba recostado en su silla tomando café.Cuando me vio entrar, soltó la taza y me dijo:
—¿Si estás tan mal, por qué no te tomaste unos días más para descansar?
Su tono ya no era como antes, tenía un toque de burla.
No sabía si le había molestado que faltara al trabajo.
Rápido le respondí:
—Ayer tuve un problema en casa y no pude venir, lo siento. A partir de ahora cumpliré el horario y no faltaré ni un día.
Se quedó mirándome un momento y, de pronto, bajó la vista hacia mi abdomen.
Esa mirada me incomodó y, sin pensarlo, me cubrí la panza con las manos.
Se rio con sarcasmo:
—¿Es cierto que estás embarazada?
Me quedé impactada y negué enseguida:
—No, es un chisme nada más.
¡Por Dios! También él pensaba lo mismo.
Y lo peor es que ni siquiera debería importarle.
Apenas estoy empezando en esta empresa, ¿qué más le daría si fuera cierto?
Y no sé si era mi idea, pero cuando me preguntó eso, su mirada se sintió distante, y su voz no sonaba nada amigable.
¿Qué estaba pasando