28

Respiro hondo antes de sumergirme bajo el agua, sintiendo como las olas golpean mi espalda y me empujan a la orilla, aunque me aferre a la arena bajo mis pies. 

No podía escuchar nada, mas que un zumbido que creaba el agua en mis oídos y las voces lejanas que eran opacadas por el agua. 

Salí de nuevo a la superficie, sacudiendo mi pelo empapado como si fuera un perro. A lo lejos, está ella, mirándome desde la arena con los brazos cruzados y una ceja arqueada. Como instinto, le sonrió tímidamente, pero de una manera natural y feliz, donde mis mejillas podrían entumecerse. 

–Tu mamá ya quiere partir el pastel –me avisa cuando salgo del agua. 

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