A medida que corrían las horas, la desesperación se apoderaba cada vez más de Kian. Llevaba horas sin dormir o probar bocado alguno, dando vueltas en la habitación a la espera de que sus amigos llegaran como lo prometieron, pero sentía que la espera estaba siendo eterna.
Estaba cansado, con dolor de cabeza y estómago, con algunas partes de su cuerpo inflamadas debido a los golpes y no había tratado, aún así, todo aquello quedaba en la nada cuando pensaba en Annika y en el dolor que había en su hermosa mirada y había quedado grabado en su mente.
Por más que caminara de un lado a otro, no encontraba sosiego alguno. Se planteó más de una vez salir a buscarla, pero habiéndole prometido a su amigo que no cometería ninguna locura, no tuvo más opción que aguardar impacientemente.
No supo cuántas horas pasaron con exactitud, él seguía aferrado a su teléfono y al de ella en espera que se comunicara con él, cuando la puerta de la habitación se abrió y por ella enteraron sus amigos junto a su