– No… puedo… respirar…– le acuse.
– ¡Mi niña volviste! – grito encantada que me hizo daño en los oídos.
– Y tú también… ¿Que fue todo eso?
– Tenía que darte tu bienvenida… ¿En qué pensabas? – indago ella con una sonrisa burlona y sacudiendo su cabello rubio que caía sobre sus hombros, miré sus ojos azules temerosa de que algo hubiera cambiado en ella y no encontré nada, era la misma mirada dulce de mi hermana.
– En nada.
– Que gusto volver a verte – me abraza con ternura y yo le devuelvo el abrazo, recordando cómo es ella, siempre tan amorosa. Tierna y su olor peculiar a vainilla.
Extrañaba su olor, su simpatía y sobre todas sus bromas. Ella para mí ha sido más que una hermana, ha sido mi guía… Nos sentamos cerca del puente una frente a la otra.
– Agrandaron la casa – rompí el silencio para escuchar su voz, ella me sonrió.
– Sí, eso hicimos.
– El… ¿El sigue aquí? – tenía que saberlo, intente que sonara con cierta indiferencia y no hablaba de mi hermano, su modo de mirarme me pone ner