CAPÍTULO 03

—¡Apúrese! Necesito que lave también mi pijama.

Murmuro una maldición y continúo en lo mío. Lavar las pantuflas de mí Jefe, las cuales llene de suficiente líquido estomacal como para no querer volver a su color y ni hablar de que le eché tanto blanqueador que perdió el color azul cielo que tenía.

—¿Cómo le explicó esto ahora? —digo tomándola por una parte, miro a los alrededores y al notarlo sentado mirando su tablet no lo dudo ni un segundo antes de meterlas en el basurero.

Me escabullo con cuidado, sino mal recuerdo está mañana al limpiar descubrí que tiene unas cinco iguales arriba.

Trato en lo más posible de no hacer ruido y llego a su habitación, por suerte Eno tiene seguro. Empujo la puerta con suavidad, y entro en puntillas.

Tomo las pantuflas nuevas, dándole una pequeña pasada por el jabón seguro parecerán usadas.

—¡Genial! —susurro.

Doy media vuelta y me enredó con mi pies, cayendo justo sobre la cama.

—¡Ay! Estúpida portátil me vas a quebrar la columna. —La observo por todos lados, por suerte no dañe la pantalla puesto que estaba abierta.

Echo un último vistazo y caigo en la cuenta de que hay un conversación abierta. Lo bueno de la tecnología es que puedes escribir desde un teléfono y que se vea en la portátil.

Y lo malo de mí, es ser un curiosa de primera.

—No le hará daño a nadie que eche una ojeada.

"¿Cómo pudiste hacerme eso? ¿Crees que yo te lo haría? ¡Eres una zorra! ¡No quiero volver contigo!"

Abro la boca sorpresa, él y su novia sino me equivoco ya estaban compro metidos para casarse a fin de mes.

"Bájale dos a tu lloriqueo Daniel, todos sabemos que no hay hombre fiel en el mundo. ¿Por qué debería de serte fiel a ti, si tú no lo eres para mí?"

—Uhhh... Le montaron los cuernos al Jefe. —Digo, casi metiendo mi nariz en la pantalla.

"Vete al diablo, no quiero saber nunca más nada de ti"

Estado: BLOQUEADA.

—¡No me lo creo! ¡Que divo! —río.

Esto de meter la nariz en dónde no se debe casi siempre se me da mal, pero hoy es una excepción. Que buen chisme para contarle a mis locos amigos.

Tomo las pantuflas y salgo cómo alma que lleva el diablo, pero mi mala suerte es tanta que cuando estoy por llegar el hombre imponente con cara de perro furioso me mira de pies a cabeza.

—¿Dónde estaba? —mira las pantuflas en mi mano y ladra la cabeza.

—¡Secándolas! ¡Tengo un secador de cabello, muy bueno! —Ay mamá, me está observando como si no me creyera, ay... Ya me van a echar a la calle.

—Bien, —dice después de unos segundos. Toma lo que tengo en la mano y lo deja caer para ponérsela. —Iré a ver televisión, haga el almuerzo.

Sé que no es necesario haber visto su conversación cuál chismosa para darse cuenta que está triste. Tiene los ojos rojos, aguantando ganas de llorar y la cabeza baja, no quiere mirarme directamente.

Dejo que se marche y saco mi teléfono del bolsillo, para marcar a Zara.

La muy desgraciada no responde. Recojo todo y me dispongo a ir a la cocina para tratar de cocinar algo sin que explote nada y que no envenene al hombre depresivo que está sobre el sofá mirando sin ganas un programa de comedia.

El primer chiste es dicho y río por lo bajo, él en cambio no.

El segundo comediante aparece y con uno de sus chistes me hace reír a carcajadas, tanto que me ahogo y por si no fuera poco se me sale un gas de los más sonoros.

Cuando recupero el aliento noto la mirada de mi Jefe sobre mí.

Genial, yo no puedo estar sin pasar vergüenza un solo día de mi vida.

Disimulo y continúo haciendo mis arepas, el budare ya está caliente y es lo mejor que se hacer.

El moreno se ha puesto detrás de mi, su fragancia resalta mucho y eso me pone un poco nerviosa.

—¿Eso no se supone es un desayuno y cena? —Tenía que decir una de sus burradas él.

—Si sabe con qué va a acompañarla, no, escuche... —Respiro hondo y continúo en lo mío mientras hablo. —Las arepas serán el acompañante está vez, haré arroz, granos, ensalada y pollo. Ya le quedaran los ojos grandes cuando vea a lo que me refiero.

—Voy a creerle, no es como si yo supiera hacer algo mejor. —Se sienta del otro lado de la barra, dónde me puede ver mejor, imagino para criticar todo lo que haga.

Que hombre tan vil.

Hago lo mejor que puedo todo lo que dije y cuando termino, coloco el plato frente a él. Sus cejas se alzan y una sonrisa se abre paso en mí.

—¿Que le parece? —indago, la sorpresa no abandona su rostro.

—Usted sabe sorprender, —es lo único que dice antes de tomar los cubiertos para proceder a comer.

Mientras él hace eso, yo voy a mi habitación para hacer la cama, cosa que no pude al despertar por sus gritos de divo que resonaron por todo el lugar.

Coloco el teléfono en uno de esos aparatos que lo conectan a la televisión de la habitación y subo el volumen, lo suficiente para que se escuche solo entre las cuatro pareces.

Ella e' buena, pero le gustan lo' malo'

Si te soy sincero, yo por ella jalo

Me tiró diciéndome que la dejaron

Es otra más que con su corazón jugaron, ey

Muevo lo mejor que puedo mis caderas cuando empieza lo bueno, pero parezco más una lombriz con ataques epilépticos justo ahora y siempre.

Escucho una risita, miro alrededor y no hay nadie. Seguro es el Jefe mirando la comedia en el televisor.

Sí, seguro es eso. 

Comienza otra canción a sonar y caigo en la cuenta que es Zara quien me está llamando.

— ¿Por qué cambió la música? Esa estaba buena.

Pego un grito cuando noto al moreno entrar a la habitación., como el amo del mundo.

—¡Tengo una llamada! —digo para que se largue de mi lugar, no quiero que venga a orinar el territorio, ¡Este es mi espacio!

Contesto y la cara de Zara se refleja en la televisión. Daniel da media vuelta para irse cuando Zara lo arruina por completo.

— ¿Ya mataste a tu Jefe el desgraciado? —La miro con mi mejor cara de ¿Enserio? Pero ella está viendo hacía otro lado y no repara por medio de la cámara que se ha activado que no estoy sola.

¡Joder!

—¿No me vas a responder o qué, perra? —Gira y es entonces cuando enmudece. —¡Mierda!

Se levanta del asiento y deja la vídeo llamada encendida.

—¿Ya se lo chupaste a tu Jefe como nos dijiste  o qué? Porque Zara se escondió en el armario. —Zeth abre la boca y luego la cierra cuando se da cuenta de que hizo que su gemela se escondiera. Carraspea pero su voz sale más fina de lo normal, —Aquí como que se está acabando el aire. Ya saben por lo de la pandemia y la cosa... Por eso no pensamos bien y... ¡Adiós!

Un silencio incomodo invade la habitación, dejo sobre la cama almohada que ni cuenta me había dado de que tenía entre los brazos y trago con dificultad.

—Entonces... —Murmuro.

—Interesantes amigos tiene.

Es lo que dice antes de marcharse por donde vino.

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