CAPÍTULO 02

—Debe mantener todo en perfecto estado, está usted a cargo de la limpieza. Eso incluye, el lavado de la piscina y de los ventanales así que no se vaya a hacer la payasa y crea que no me daré cuenta.

Respiro hondo.

Hace más de media hora que el estúpido de mi Jefe da vueltas y vueltas en el mismo lugar. Explicando cosas que ya sé que debo hacer, no entiendo porque tuvo que despedir a su mucama si se veía que era la única que podía soportar limpiar todo este lugar.

No me cabe la duda que la mujer seguro estaba buscando excusas para largarse de aquí, es que nada más de ver lo inmensa que es dan unas ganas de largarse corriendo.

—¡Y no entre a mi habitación sin permiso! — Culmina con su ridículo discurso. Si supiera que lo menos que quiero es verlo, yo solo vine para que aprobará mi proyecto y nada más.

¡Estúpida cuarentena!

—¿Está usted de acuerdo con el trato? —asiento, él saca si tablet y me la muestra. —Firme aquí para dar por cerrado el trato.

—¡Wuo! ¡¿En qué momento escribio esto!? ¿Tenía planificado tenerme aquí? —Chillo al final.

Uno de sus ojos parece tener un tip nervioso y masaje su cien derecha.

—No. ¿Usted cree que yo tenía una idea de que un virus mortal sería causante de la desdicha de quedarme encerrado con un mujer poco agraciada? —Lo miro con la boca abierta, el muy desgraciado si que se hace odiar por lo alto.

—¡Yo soy muy agraciada! ¡Fíjese en... En... —Veo mi inexistente culo, luego mis limones que tengo por pechos y último mi enorme boca y redonda nariz— ¡Mierda, no tengo nada bonito!

—¿Tardó tanto en darse cuenta? —ríe el muy desgraciado. —Y pensar que usted lleva años mirándose al espejo, espero que sea por problemas de la vista u no de que limpie mal el sucio pegado a los vidrios.

Cómo quisiera ahorcarlo mientras duerme.

—Como sea, solo le digo eso. —Suspira, —estos contratos están diseñados en caso de que no me agrade algo que hagan mis mucamas, así solo tengo que despedirlas y buscar otra y ya. No es la gran cosa, tengo la oportunidad de cancelar los adelantos de ser necesario para que no vengan por su paga luego de ser despedidas.

—Ay, pero que atento él...—Murmuro y carraspea.

—¿Que dijo? —chasqueo la lengua antes de tocar la pantalla de la tablet y dejar mi nombre escrito en ella.

—Listo. Ya firmé, ¿Puedo ir a mi habitación? ¿Estaré segura de que no se atreva a entrar? —Me mira de pies a cabeza y hace una mueca de horror.

—Creame, nunca me atrevería a entrar a su habitación. Ni en mis peores momentos.

Fija la mirada en el aparato, y juro por Dios que si la mirada matara ya él estuviera metros bajo tierra con la que yo le estoy echando justo ahora.

—¿Cuál es mi habitación? —digo, para irme a encerrar y no tener que verlo hasta el día de mañana. Porque, no creo que necesite cenar con tanta comida en las mesas.

—Debajo de las escaleras está una puerta, ahí es donde se quedan las mujeres del servicio.

Respiro hondo.

Recuerda Ada, no debes asesinar a tu Jefe, no quieres ir a la cárcel, quizás tengas la suerte de que alguien se apiade de ti y en menos de lo que canta un gallo te rescaten.

Sonrió.

Daniel Mendez me mira como si hubiera perdido un tornillo.

—Me iré. Chao. —Tomo mis cosas y a duras penas las llevo hasta donde me ha dicho, abro la puerta con dificultad y cuando veo el interior me quedo sorprendida.

—¡Dios mío!

Arrojo todo adentro antes de saltar sobre la cama.

—¡Es más grande que mi habitación en el departamento! ¡Está más bonita!

El lugar es amplio a pesar de estar bajo unas escaleras, con colores pasteles, una cama grande y tiene una pantalla plana un poco más pequeña que la que está afuera pero es perfecta. Para más dicha la mía, tiene una pequeña mesita cerca de un estante con libros y aire acondicionado.

—Pobresilla, no imagino la ratonera dónde vivía. —Escucho al moreno, quien está parado en la puerta con su aire de superioridad. —Quien lo diría, ya hice mi buena acción del día.

Da media vuelta y se va, dejándome con aquellas ganas de arrancarle la cabeza con mis propias manos. ¿Cuánta basura tiene ese hombre metido en la cabeza? ¡Agg! ¡Me cae mal!

Cierro la puerta para ponerme a arreglar mis cosas, pero antes me aseguro de que la misma tiene un buen candado y por suerte es así.

Luego de unas largas horas colocando todo dónde va, pongo a cargar mi teléfono que hace media hora murió la batería de tanto escuchar música a todo dar.

—Uy, vamos a probar este nene. —Froto mis manos antes de acercarme al pantalla plana pero un grito del otro lado me hace salir corriendo.

—¡Mujer! —Llego a la sala de estar y me encuentro con la cara del infeliz, totalmente roja. —¿Acaso crees que estás de vacaciones? ¡Recoge todo esto! —dice señalando las mesas llenas de comidas y bebidas, —pon todo en su lugar.

Toma un plato y lo llena de frutas, luego otro donde coloca dos emparedados y se va escaleras arriba.

—¡Pedazo de... —Respiro hondo, antes de hacer lo que ha pedido.

Miro todo y una brillante idea se me ocurre.

—Creo que se me a antojado comer algo de esto —meto en mi boca los pastelillos, —y esto —como unas mini pizzas. Luego, donas y así hasta que siento que no puedo más.

Mi estómago ruge pero no de hambre, quiero botarlo todo. Pero escucho unos pasos, corro en todas las direcciones agarrando platos y vasos para ordenar.

De tantas vueltas siento que voy a vomitar y en efecto, eso hago. Pero no en cualquier lugar, no señor, tenía que hacerlo encima de la pijama del monstruo que tiene una cara de lunático justo ahora.

—Yo... Lo sien...—Vomito de nuevo, su expresión de asco e irá, va cambiando de a poco cuando se da cuenta que no paro de evacuar lo que comí.

Caigo casi desmayada y me sorprende el echo de que me tomara de los brazos para no dejarme caer de cara sobre mi propio vómito.

—Será bueno que tome un poco de agua. —Dice, dándome el vaso. La bebo sin pensarlo y él hace una mueca, —pudo haberse enjuagado la boca primero.

Que se vaya al diablo, me siento mal.

—Genial. Sin dinero, sin buen cuerpo y sin salud. No pues, lo que me ha tocado.

Murmura mi jefe, no me dan ni ganas de responder. Pero a mí estómago sí, porque enseguida sus pantuflas se ven de varios colores. Río sin fuerzas cuando lo escucho gruñir lleno de frustración, a ver quién gana está Jefe.

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