Liuggi cerraba los ojos comprendiendo que Lisbani, le estaba devolviendo las mismas palabras, esas que por tanto tiempo le había repetido, ella estaba herida y no sabía qué hacer para lograr su perdón, tenía miedo del futuro.
—Por favor amor —comenzó a decir suplicante—. Perdóname, me equivoqué, fui un estúpido, pero te expliqué, tenía miedo de aceptar mis sentimientos por ti, no obstante, te juro, si me aceptas, jamás volveré a hacer algo para lastimarte, por favor Lisbani—pronunció de rodillas a su lado, mientras ella permanecía recostada en la cama.
—No, no quiero perdonarte—señaló con enojo—. Ahora serías tan amable de salir de esta habitación, puedo comer muy bien sola, y ya te utilicé para desahogarme, solo a fines sexuales, Lombardi, un producto para mi deleite.
»Y lo lograste, porque ya estoy completamente satisfecha y si vienes a decirme que esta es tu habitación, perfecto me salgo de aquí de tu casa y bus