Lisbani estaba terminando de vestirse, luego de una ducha, para esperar transcurrieran las horas para irse al trabajo, cuando escuchó el celular repicar, al atenderlo era Joao.
—Lis, estoy llegando a tu casa, ¿Puedes abrirme la puerta al llegar?
—¡Está bien! Te espero —declaró con una sonrisa en sus labios.
Se levantó muy temprano, o mejor dicho, no había dormido casi, sus dolores de cabeza, vómitos y la visión borrosa, se intensificaban cada día más, mientras caminaba a la sala observó la hora en el reloj de pared, apenas eran las cinco de la mañana, pero ya estaba acostumbrada a las visitas intempestivas de Joao.
Durante los últimos meses, terminó convirtiéndose en la persona más importante de su vida, como no iba a ser así, sus constantes atenciones, preocupaciones, eran inigualables, jamás se había sentido ser el centro del universo para alguien y eso se lo había demostrado