CAPÍTULO 28. PRUEBAS DE LA TRAICIÓN

Al día siguiente de la boda, Liuggi despertó cuando sintió la luz del sol colarse por la ventana, habían dejado las cortinas recogidas. Abrió los ojos con lentitud,  sentía la lengua pesada y le dolía la cabeza. Giró la vista y allí desnuda dormía Mariana, sin cubrirse con ninguna sabana, recorrió con la mirada el cuerpo de la mujer y después se dio cuenta de su propia desnudez. No era necesario ser muy inteligente para estar seguro de lo allí sucedido, habían tenido una noche de bodas.

—¡Eres un maldito idiota Liuggi Lombardi! ¿Cómo fuiste capaz de terminar con esta mujer en la cama, cuando estabas seguro de no hacerlo? —se recriminó.

Apartando la cabeza de Mariana del brazo, se levantó, la cubrió con la sabana y caminó corriendo al baño, no podía soportar las arcadas, luego de vaciar el estómago, recostó su frente en el espejo apretando las manos en el puño, sintiéndose miserable ¿cómo vino a enredarse la vida de esta manera?

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