Capítulo 2: La ventisca

II

—Jasha, por favor una pequeña entrevista para el diario deportivo…

Era el momento. La delegación japonesa de patinaje sobre hielo daría una presentación de exhibición gratuita en la pista olímpica de Kamakura, esa noche, antes de partir a los Olímpicos. Categorías por pareja, individual femenino y masculino eran los participantes que representarían al país, en Canadá. Había mucha alegría y expectativa, Kei ahora era un campeón nipón ya reconocido, muy poco quedaba de aquel chico que quedó en último lugar algún vez.

Jasha, era el patinador ruso que más glorias había llevado a su país, se había retirado un tiempo, pero viendo en su novio un potencial oculto cuando lo ayudaba en sus entrenamientos, no quiso quedarse atrás y decidió volver a la pista congelada. Ahora en las competencias, en casi todas las categorías, sería rival de Kei Kanzaki, su nuevo amor. Jasha estuvo en Japón con Kei por casi un año, al inicio como excusa para ayudarlo a entrenar, para hacer turismo, para olvidar un poco, luego el amor llegó en forma de nostalgia y soledad. Se enamoró sin pensarlo y sin control de ese niño asiático de 24 años, el primer hombre al que amaba tanto. Jasha con 28, creyó que aún era joven para brillar en el hielo, así que junto a Kei, entrenó, se preparó lejos de su habitual directriz, pero sucedía que el amor era más fuerte.

—Estoy muy afligido por no poder estar del lado de Kei en los Olímpicos y en cambio, ser su rival —dijo Jasha a los micrófonos—, pero le he enseñado muy bien. Yo regreso a Rusia para ir con mi delegación y representar a mi país; igual Japón es mi segunda patria, gracias a todos por tanto apoyo incondicional, son lo mejor del mundo—. Guiñó un ojo seguramente dejando a más de una chica en casa desmayada—. Nos vemos en Canadá, por ahora me voy a darle los últimos consejos a mi pupilo, antes de esta presentación a su público.

Las chicas gritaron, Jasha no solo llamaba la atención por su talento, sino además por su feroz físico, digno de los dioses. Su cabello era un deleite, que caía lacio sobre su frente y cubriendo su nuca. Lo llevaba casi siempre recogido en una media coleta, cosa que lo hacía lucir aún más fuerte y hermoso, como su llamativa estatura de 1.85 cm. Sus ojos tan azules como el océano, tenían la profundidad de este en la mirada. Nunca dejarían de sorprenderse como fue que ese hombre de cuentos de hadas fue atrapado por un muchacho de Asia. Pero solo ellos sabían de ese lazo tan profundo que los conectaba.

Jasha sonrió tan perfecto como siempre lo hacía. Con esa mirada hermosa, limpia y coqueta, que contaba a todos lo feliz que lo hacía estar ahí junto a su amante, Kei, el dueño ahora de sus esperanzas y dolores. Mandó un par de besos a la cámara y se dirigió a los vestidores. Allí estaba su luz, esa que le alegraba tanto la vida.

—Bueno, estoy listo —dijo el chico del Japón, algo ansioso—. Jasha, de nuevo, gracias, sin ti no estaría hoy acá…

—¡Kei! —gritó el otro entusiasta—. Estás ante los jueces más importantes, tu público. Sin ellos no seríamos nada, no existiríamos, es el apoyo de ellos lo que nos mantiene en el hielo. Así que a darlo todo. Ya te extraño mi amor…—lo abrazó para luego darle un suave beso en el cuello. Se alejó de inmediato, sabía que no era muy bueno conteniéndose.

—Serán solo diez días y nos veremos en Canadá —dijo sonriendo Kei—. Pero yo también te extraño. —Se miraron fijamente, sin embargo, no había tiempo para cariños. Las presentaciones ya estaban por comenzar y no querían perderse detalle.

Los primeros en salir fueron los que competirían en pareja que ya eran muy expertos y habían traído muchas medallas al país Nipón y, en Canadá, esperaban una más.

Sutiles y hermosos, danzaban sobre sus patines y parecía se elevaban al son de la melodía de una de las tantas damas que hacían soñar con su voz. Jasha sintió algo de nostalgia con la música. Pero verlos a ellos interpretar con sus movimientos la canción, lo sobrecogía, era hermoso. Sin el más mínimo error en sus giros, loops y axel perfectos, era una delicia para los sentidos verlos. Había silencio absoluto en las gradas, no podían perderse detalle. Entonces el hombre elevó a la chica como si fuese el pincel de un artista en sus trazos más inspiradores. En ese momento el público no aguantó más y aplaudió extasiado. Sin duda alguna ellos tendrían un lugar en el podio.

Los aplausos, las flores y las ovaciones bien merecidas no se hicieron esperar cuando terminaron. Aunque no era la rutina que iban a presentar en los Olímpicos, la de ninguno lo sería, sabían todos, que ellos triunfarían. Cada año se hacía más perfecta aquella pareja, un día levitarían del hielo.

Llegó entonces el turno de Kei. Su traje negro con brillantes, lo iluminaba como su talento. Mientras limpiaban la pista, Jasha le dio unos últimos consejos, una mirada picaresca y le dejó entrar, para que hiciera lo que sabía. Jasha vio a Kei deslizarse sobre sus patines hacia el centro, no obstante, sintió un ventarrón muy frío que le caló los huesos por un momento.

—¿Sucede algo Jasha? —preguntó Mika, una administradora del lugar y muy amiga de Kei, quien se acercaba a la baranda para acompañarlo, al ver como se estremeció por un momento.

—Parece que entró una ventisca muy fría, pero no es nada… —Sonrió Jasha como era habitual en él, y fue igualmente recibido con una sonrisa. Desde la tribuna más cercana estaban las dos pequeñas hijas de Mika, de 8 y 10 años, felices sosteniendo un cartel más grande que ellas para animar a Kei—. Es hora de verlo.

Sin miedos, sin frustraciones, la música empezó, Kei elevó sus brazos para dar inicio y entonces, con un giro que sorprendió a todos comenzó a danzar. Sí, eso hacía, sus patines eran los que bailaban, inspirados por la música, dejando que fueran sus deseos los que controlaran su cabeza y corazón. En cada nota de violín, giraba, las cuchillas estaban extasiadas haciendo escarcha. La melodía, era interpretada por el cuerpo de Kei, como Jasha soñó verlo. Tuvo un pequeño destiempo que por supuesto nadie a parte de los expertos notarían. Sin embargo esto no afectó para nada el resto de su presentación. Kei, pensaba como siempre que Jasha y sus amigos que tanto lo habían apoyado, se sentirían orgullosos de lo mucho que había crecido, de lo lejos que sus pies lo estaban llevando.

Un hermoso sitspin, un axel doble y ya estaba todo por terminar. Clavó sus cuchillas con firmeza, era la presentación perfecta. La tribuna enloqueció y de nuevo hubo lluvia de flores para el artista que levantaba sus manos al cielo, totalmente exhausto pero feliz. Se pusieron de pie y en las gradas inferiores las pequeñas hijas de Mika, gritaban de dicha así como Jasha, que aplaudía como todos, emocionado, extasiado. 

Kei lo vio directamente y le sonrió en medio de la lluvia de flores, no obstante Jasha abrió los ojos como si quisiera expulsarlos de sus cuencas, al ver tras Kei una figura que se deslizaba sus manos por el pecho del patinador. Jasha empezó a vislumbrar una mujer, una muy hermosa, pálida, de cabellos hasta el piso, de ojos transparentes y vestido blanco en girones, que abrazaba a Kei por detrás. “Ella” asomó su rostro sobre el hombro del muchacho que no parecía percatarse de lo que sucedía. Mika vio la mirada aterrada del ruso, le preguntó qué pasaba, pero él no pudo hablar, aun así la miró, y le señaló la pista para saber si ella de alguna manera lograba también ver lo que pasaba, sin embargo, solo Jasha parecía notar su presencia.

—¡Quién eres tú! —gritó Jasha con desespero, con miedo. Los cercanos se dieron cuenta del escándalo del patinador, pero no entendían ni qué significaba ni a qué hacía referencia, pues lo hizo en su idioma. Todo pasaba tan lento para él, y la verdad no corrían segundos de todo aquello. Entonces la dama, tan hermosa y etérea, que al parecer solo él veía, le respondió. Movió los labios y cuando terminó de hablar una ventisca salió de su boca y golpeó a Jasha elevándolo por los aires y haciendo que se estrellara en la pared tras él.

Pero, no se detuvo todo allí, el pánico se apoderó de todos en el sitio pues la pista de hielo empezó a agrietarse y comenzó lo que parecía ser un sismo conocido y mal amigo para los japoneses, que azotaba a todos en las gradas, haciendo que corrieran de un lado a otro como les habían enseñado en los miles de simulacros de evacuación, buscando la salida más próxima. Todo en cuestión de segundos fue caos, Jasha por fin pudo reaccionar y vio a las muchas personas corriendo tratando de salir de allí, a pesar que el temblor no se detenía. Vio un poco hacia arriba y las chiquillas estaban agarradas del barandal, aterradas; por supuesto se levantó para poder ir a auxiliarlas pero fue tomado muy fuerte por su gabán y le impidieron dar un paso adelante.

—¡No, Jasha, por favor no! —viró a ver y era Mika quien le impidió seguir. Volvió su vista de nuevo a las niñas y un enorme pedazo de hielo cayó a sus pies, creando una pared que le impidió moverse. Un paso más que hubiera dado e irremediablemente estaría bajo ese enorme escombro.

Las niñas fueron rescatadas por su padre, el cual Jasha no vio, pero Mika sí. Entonces vio hacia la pista destruida, ya casi estaba evacuado todo el lugar pero no dejaba de temblar, y sin importarle que Mika aún no lo soltaba de su agarre corrió por el hielo, tropezando y cayendo más de una vez con los escombros, buscando con desespero a su amante. El corazón quería salírsele del pecho, las lágrimas empezaban a morir en sus ojos tan azules y tan tristes, Kei no aparecía y cualquier mal movimiento podría inutilizar sus piernas, su herramienta, su don. No parecía importarle nada, no parecía escuchar los gritos de quienes quedaban ahí que le advertían que saliera. Todo se convirtió en montañas congeladas que se alzaban a cada paso que daba. Gritaba llamando a Kei, desesperado por no recibir respuesta, por no poder canalizar sus oídos más allá de las incesantes sirenas que lo abrumaban. Mika gritaba desde el barandal que regresara, pero ella fue rápidamente sacada por uno miembro del equipo de rescate.

—¡KEI! —Por fin entonces su último grito fue atendido. Kei estaba casi refugiado en una esquina de unos barandales, contra la pared y un bloque de hielo. Jasha corrió aún más rápido y lo vio ahí, quitándose los patines para poder salir más fácil. Los móviles empezaron a reaccionar y sonaban sin control. Jasha se acercó, lo jaló un poco hacia afuera y le preguntó con desespero cómo estaba. Había dejado de temblar en el momento en que Jasha gritó por última vez.

—Estoy bien, pero no supe qué pasó, algo me arrastró por la cintura hasta acá y el bloque se desprendió del piso y me encerró como me encontraste, ¿tú estás bien, Jasha?

Mas el chico ruso, ya no respondía, se movía frenéticamente, agitaba los brazos preguntando en su idioma natal qué era lo que estaba pasando. Un hombre de la guardia de rescate, puso un casco en la cabeza de Kei y lo levantó para sacarlo de ahí, otro se acercó a Jasha que estaba en shock, e hizo lo mismo.

Kei intentó inútilmente calmarlo, pero entonces, los ojos azules platinados se cerraron lentamente y cayó en brazos del rescatista. El hombre se lo cargó en el hombro y lo llevó hasta la calle donde lo pudo acomodar en una camilla.

Mientras lo cargaban recuperó un poco la conciencia y echó un vistazo al destruido lugar. Pero lo que realmente hacía era buscarla a ella, con lo poco que le quedaba de conciencia y realidad. No vio nada, por su cuerpo corrió de nuevo ese aire frío que calaba los huesos, cerró los ojos esta vez para abrirlos horas después, quizás después de haber buscado en sueños una respuesta.

***

Fin capítulo 2

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