Antonella:

Llego al restaurante donde me encontraré con Cinnia, pero no la veo. Reviso la hora; son las 12:45. He llegado quince minutos antes. Decido sentarme a esperar. La camarera me entrega la carta, y al leer las opciones, todo se ve delicioso. Pero recuerdo mi ropa y elijo algo ligero. Mi estómago ruge, pero sé que necesito ir de compras urgentemente. Cinnia no llega; seguro mi hermano la ha retenido. ¿Quién diría que serían más pasionales que Diego y yo? ¡Y eso es mucho! Me levanto para ir al baño. Los dos bebés me aprietan la vejiga, pero a pesar de mi barriga y mi peso, me siento feliz. Espero a Cinnia con ansias. Salgo del baño y choco con alguien.

—¡Lo siento! —musito torpemente.

—¡Tan tonta como siempre! —¿Qué? Levanto la mirada unos pocos centímetros y ahí está. El hombre. Antes, su sola presencia me hacía latir el corazón de miedo, pero ahora, ¡nada! Ya no le temo. Me he dado cuenta de que es un cobarde, un ser inútil. Bueno, esa última parte siempre la supe.

—Voy a pone