Fingí estar dolida mientras respondía a la actuación de Hugo.
—Hugo, también quiero perdonarte, pero ¿qué hacemos después? Cada vez que recuerde tu infidelidad, será como si me apuñalaran a mí misma.
Según mi guion, no debo perdonar a Hugo rápidamente, eso levantaría sospechas y tampoco encajaría con la imagen de una mujer desilusionada y profundamente herida por su esposo.
Debería mostrar indecisión y un gran dolor, pero sin poder llevarme a despreciarlo completamente.
Hugo, de rodillas, levantó la cabeza y me miró con súplica, sus ojos brillaban con lágrimas.
—Cariño, ¿realmente puedes dejarme? Llevamos juntos seis años…
Con tal sinceridad, parecía que yo era la desalmada y traidora.
Con voz llorosa y fingiendo no poder soportarlo, dije.
—Hugo, divorciémonos. La casa, el coche y los ahorros a mi nombre son herencia de mis padres, no son parte de nuestros bienes matrimoniales. Lo único que tenemos en común es la empresa, y de eso solo quiero las acciones originales, el resto de los in