XVIII. El que a hierro mata a hierro muere

Después de presenciar tal acto, quedó extasiada, su cuerpo inmóvil, sin poder mover una tan sola articulación, pero si consciente de lo que había visto en aquella habitación, empezó a orar entre balbuceos y tartamudeos, ella sentía que oraba, después de unos minutos pudo retroceder como en cámara lenta, olvidarse de cerrar aquella puerta, y poder llegar a la suya, luego un temblor sacude su cuerpo, inexplicable a la vez, cae al piso, en silencio logra moverse y llega gateando hasta su cuarto, como pudo cerró la puerta, más candados no le puso, porque no los tenía, se tiró a la cama como pudo y se arropó desde los pies hasta la cabeza, el temblor se le fue quitando, pero el insomnio fue aumentando hasta en la madrugada dormida se fue quedando. Al día siguiente todos como de costumbre la mucama se levanta, sin contar nada de lo vivido, el niño como todo un buen reloji

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