XIX. Una muerte inesperada

A la mañana siguiente Agustín como de costumbre se levanta a la hora de siempre, levantó cuidadosamente el brazo de su madre que yacía sobre su cuerpo, salió de la cama con sigilo para no despertarla, pasaban las nueve de la mañana y Paquita le pregunta por su madre, él le contesta que cuando el salió de su cuarto  quedaba dormida, sale de inmediato la mucama para la recámara, toca la puerta, pero nadie atiende, decide entrar, ve a Natalia muy bien abrigada durmiendo de lado frente a la puerta, se acerca donde ella, le habla, pero no le responde, toca su cuerpo para percatarse si le pasaba algo, aquel cuerpo un tanto pesado que no se movía, le toma el pulso, no se los siente, sale como loca de aquella habitación, en veloz carrera por el doctor del pueblo, después de unos minutos llega con él, este la observa, le toma los signos vitales, no respondía a nada, cuando este le dice:

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