ELENA
La mansión seguía temblando con la tensión de los últimos minutos, luego de que hace 2 días lo que entró al perímetro fuera una ardilla. Cristofer y el resto del equipo se movían como sombras, revisando cámaras, reforzando puertas, apagando luces exteriores. Yo respiraba hondo, intentando no dejar que el pánico tomara forma dentro de mi pecho.
Me dirigí a la terraza trasera para tomar aire, pero allí encontré a alguien apoyado en la baranda: Berny. Estaba concentrado en su arma, revisándola con movimientos automáticos. Cuando me escuchó, levantó la vista y me dedicó una media sonrisa.
—¿Estás bien, jefa?
—No soy tu jefa —respondí, intentando sonreír aunque me temblaban las manos—. Y no… no estoy bien.
Berny dejó el arma a un lado y se cruzó de brazos, observándome con atención.
—Es normal. Has aguantado más que muchos de nosotros en situaciones peores.
—Eso no significa que no me asuste —murmuré.
Guardó silencio unos segundos, hasta que no aguanté más.
—Cuando te conocí —dije,