Cerré la puerta del dormitorio de un portazo, oyéndole al otro lado:
- ¿Sabías que tiene una aventura con Dimitry? Pregúntale quién es Dimitry -gritó, intentando perturbar mi relación remunerada.
- ¿Debería preguntarle quién es Dimitry? - El hombre arqueó una ceja.
- Por supuesto que no. - Me senté en la cama, observándole. - Quítese la camisa, por favor.
Sonrió, pasándose la mano por la cabeza, parecía avergonzado:
- Es usted... Muy directo.
- Yo pago. Quiero disfrutar de cada minuto, ya que es muy caro -dije sin rodeos.
El hombre tragó saliva y se quitó la americana, luego se desabrochó la camisa blanca sin prisas.
Por supuesto, podría haber salido con cualquier otro hombre y haber tenido sexo de verdad. Pero tener sexo no siempre significaba disfrutarlo. Ya me había