Esperamos, intentando normalizar nuestra respiración. Pero no apareció nadie. O mejor dicho, Heitor y Babi ni siquiera salieron de la habitación.
Me levanté, aturdida:
- Vuelvo a mi habitación.
- Pero... Acabamos de empezar.
- Theo, no quiero que nos pillen nuestros padres así, bajo ningún concepto.
- Yo tampoco -admitió Theo.
Me acerqué a él, observando su rostro iluminado por los colores de la pantalla del televisor. Me incliné y le di un breve beso, sintiendo sus suaves labios. Luego toqué la punta de su nariz con la mía, como él solía hacer conmigo:
- Buenas noches, Theo.
- Buenas noches, mi amor. Estoy deseando que se vayan. - Él sonrió.
- Nunca había deseado tanto que se fueran -revelé.
Ya me iba cuando me cogió de la mano, haciéndome caer en su regazo. Me ech&eac