—¡¡Lían!!
—¡¡Diana!!
El rizado se despertó alterado y con la respiración entrecortada. Pasó sus manos por su cabello varias veces. El dolor en el pecho y la sensación de pérdida eran insoportables. La tristeza de que algo o alguien le faltaba lo consumía en secreto, entonces recordó esos ojos grises que se quedaron impregnados en su mente. Y aunque había pasado un año, ese hermoso rostro no salía de su cabeza.
***
—Hola, preciosa. —El pelirrojo besó sus labios con pasión y la sostuvo y de la espalda baja.
—¿A dónde me llevas? —Ella preguntó intrigada, pues él empezó a dirigirla por un túnel oscuro.
—A la gloria, preciosa. A la gloria.
***