Todos la observaron con extrañeza y pena, por lo que ella miró a su alrededor con frustración e irritación.
—No me miren como si estuviera loca. Yo no soy la tal Nora que ustedes mencionan, este señor no es mi padre y él... —apuntó hacia Edward—, ese imbécil que está ahí parado creyéndole a ustedes, es mi esposo —dijo la última palabra en un sollozo.
El psiquiatra la miró divertido, luego leyó un papel que estaba en la carpeta que tenía en manos.
—Déjeme adivinar —se dirigió a ella con autosuficiencia—, su esposo es el príncipe Jing Patrick Chen —dijo con un tono medio burlón.
—Exacto. —Ella afirmó con una sonrisa.
—Señor Anderson —miró a Edward—, siempre que la paciente