Capítulo VIII...

-Antonio…

-Lárgate Laurent, y no vuelvas a importunar a mi madre

-Sabes Antonio, podré maldecir una y mil veces tu nacimiento – Antonio le dedica una mirada llena de desprecio a su abuelo – pero eres mi nieto…

-Yo no soy nada tuyo ¡largo de mi casa!

-Vas a ver nunca te casarás y tu madre perderá su herencia – y así se marcha

-Mamá…

-Hijo, tengo lo que me dejó tu padre

- ¡No voy a permitir que ese bastardo te despoje de lo tuyo!

-Antonio Meyer, esa boca – pellizcando con suavidad las mejillas de su hijo – tranquilo, para que ese viejo muera falta mucho, y tú apenas tienes veinte y dos años…

-Pero en unos días…

-Quedan solo dos años, encontrarás a alguien que como dices te hará dudar de tu homosexualidad – el mencionado apenas da una sonrisa – así que tranquilo…

-Mamá…

Aquella noche, Elizabeth está guardando sus cosas de dibujo, cuando la puerta de la habitación se abre y quien entra es Alex, llevando un ramo de margaritas y un osito de peluche, la joven apenas levanta la ceja, y ve c
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