Ginna Renaux
Desperté asustada. No dire el clásico “perdida o no reconocí el sitio en que estaba ”, porque estaba más que segura de donde me hallaba. Había llegado a aquella habitación con absoluta convicción de lo que deseaba que pasara en ella. Dormía como reina en la cama del magnate de la moda Emiliano Santorini, el dios egipcio más hermoso que ojos humanos hayan visto. Me habia hecho el amor como un animal pero a la vez con una ternura divina. Extraño el antagonismo de ese hecho sublime y feroz, pero así era todo con Emi en la cama, te adoraba como Virgen pero se comportaba como el más candente de los pervertidos.