Me gusta el tiburón.

Meses después.

—Que no, papá, estoy bien —repliqué, por enésima vez o algo así.

—Tu madre me comentó que tienes un acosador. Es algo por lo cual preocuparse —Negué con la cabeza, aunque él no podía verme—. ¿Estás seguro de que todo está bien?

—No es un acosador. Es un simple cliente un tanto... exigente —expliqué—. Y de nuevo, estoy bien.

—De acuerdo, haré como que te creo, hijo —Solté una risita por lo bajo—. Sin embargo, tu madre también me contó que a ti te gusta ese tipo, ¿es cierto? ¿Acaso eres una especie de masoquista?

—¡Papá! —exclamé.

—Es que quiero entenderte, Elías, ¿es mucho pedir?

—Oh, Señor Jesús, ayúdame —murmuré.

—No metas a Jesús en esto, él no tiene nada que ver —Bueno, sí, era cierto, pero... —. Además, eres ateo, hijo.

—¿Siguen yendo a la iglesia, papá? —cuestioné, tratando de desviar la...

—Ni siquiera lo intentes, Elías, y responde la pregunta.

—Bien y no, no soy eso que dijiste y sí, mamá tiene razón —enuncié, desplomándome en el sofá—. Es un hombre apuesto y ti
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