A la mañana siguiente, Juan volvió a encontrarse con Tiberio y Anabel.
Esta vez, ambos habían venido a buscarlo por su propia iniciativa.
Con una mezcla de sorpresa y alegría, Juan preguntó con curiosidad: —¿Tiberio, acaso han encontrado el paradero de mi hermana?
La razón por la que preguntaba era porque sabía que ambos siempre estaban ocupados con sus responsabilidades oficiales y raramente lo visitaban sin motivo alguno.
—Juan, lo siento mucho— respondió Tiberio, sacudiendo la cabeza con una sonrisa amarga. —Hemos estado investigando a fondo sobre Marta y la Madre Serpiente, pero por el momento no tenemos ninguna pista.
—Entonces, ¿qué los trae por aquí? —preguntó Juan, un tanto intrigado.
Tiberio y Anabel intercambiaron una mirada, como si no supieran en ese momento cómo abordar el tema.
Finalmente, fue Tiberio quien tomó la iniciativa de preguntar: —¿Alguna vez has oído hablar de La Orden del Dragón Celestial, Juan?
Juan lo negó y respondió: —Sé que La Orden del Dragón Celestial e