A la mañana siguiente, alrededor de las nueve y media, el auto de Pelayo se detuvo de repente frente al hotel donde se hospedaba Juan.
Algunos transeúntes reconocieron de inmediato a Pelayo y se quedaron asombrados al verlo, pero lo que más despertó su curiosidad fue ver a una figura tan importante como él, aparentemente esperando a alguien.
Pronto, un joven de aspecto sencillo, pero con un aire distinguido salió del hotel.
—¡Señor González!
Pelayo y sus acompañantes inclinaron ligeramente el cuerpo, mostrando un profundo respeto.
—Vamos.
Juan miró de reojo a los transeúntes boquiabiertos antes de subir al auto de Pelayo.
Una vez que el coche partió, las personas que habían presenciado la escena comenzaron a discutir de forma agitada.
—¡Dios mío! ¿El gran Pelayo de Ciudad del Alba recibiendo en persona a un joven?
—No solo eso, parecía ser muy respetuoso con él.
—Es increíble, simplemente es algo increíble.
El murmullo de los comentarios no se hizo esperar entre la multitud.
El coche