Raimundo sintió que su mente se quedaba en blanco y exclamó incrédulo: —¿Qué has dicho? ¿Mi hermano y Pascual están muertos?
—Sí, señor— respondió el hombre con voz temblorosa.
—¡Bang!
De repente, Raimundo le dio una patada que lo arrojó directo al suelo: —Solo, estás diciendo imbecilidades, con Eladio allí, ¿cómo podrían estar muertos?
—Señor, Eladio también ha muerto.
—¡No, no lo creo!
Raimundo gritó enloquecido.
Luego, varios más que habían sido enviados a investigar regresaron.
Sus respuestas eran idénticas a las del primero.
El cuerpo de Raimundo se quedó rígido, como si hubiera dejado en ese instante de respirar, completamente inmóvil.
Segundos después, de repente escupió un chorro de sangre, y con un rugido histérico gritó furioso: —¡Que se prepárese la familia Ares, los Ortiz no descansaremos hasta verlos en la ruina!
Al terminar de hablar, solo sintió que todo se oscurecía ante sus ojos y se desmayó en el acto.
—¡El señor se ha desmayado, llamen a un médico rápido!
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