Diego estaba a punto de admitir cuando uno de los jóvenes que se encontraba detrás de Feliciano soltó una risa un poco burlona y dijo: —¿Para qué llevarte? Eres un simple mortal que no nos podrá ayudar en nada, y lo más probable es que te conviertas en un estorbo.
—Mi hermano tiene razón. Vamos a pelear, y es casi seguro que habrá sangre. No querrás orinarte en el pantalón de la fuerte impresión cuando las cosas se salgan de control y se pongan muy feas— añadió el otro joven, riendo a grandes carcajadas mientras miraba a Juan con gran desprecio.
Juan respondió con calma: —No se preocupen, les prometo que no seré una carga.
La razón por la que quería ir al lugar era que no se sentía del todo tranquilo con la seguridad que Diego y los demás le prestaban. Después de todo, la familia Ares había ofendido de la peor manera a la familia Ortiz por su culpa, y él no podía desentenderse del todo de la situación.
Diego, al ver la determinación de Juan, afirmo y dijo: —Está bien, Juan, puedes veni