Juan no pudo evitar toser y dijo: —¿Puedes repetir eso? ¿A quién has contratado para tratar a mi abuelo?
Abelardo lo miró de reojo con desprecio y respondió con gran impaciencia: —Escucha bien, he contratado al maestro curandero.
—En fin, ¿por qué pierdo el tiempo hablando de esto contigo? Gente como tú ni siquiera puede imaginar a personas de ese alto nivel.
Él desde que habia entrado, no había prestado ninguna atención a Juan. Para él, este joven tal vez era solo el nuevo guardaespaldas de Marta, alguien muy insignificante que no merecía su tiempo.
Juan se tocó la nariz y sacudió la cabeza con total incredulidad.
Ahora entendía con claridad la situación.
Un impostor había aparecido de la nada y Abelardo lo había contratado para tratar a su padre, mientras el verdadero maestro curandero, Juan, era vilmente menospreciado.
Marta se puso algo nerviosa y quiso explicarle: —Tío, en realidad te has equivocado.
Pero antes de que pudiera terminar, el teléfono de Abelardo sonó.
Después de colg