Juan perseguía incansablemente la figura de Delfín, y en poco tiempo había llegado a la frontera de la Ciudad de las Sombras. Si avanzaba solo un poco más, saldría de su territorio.
Ambos, uno huyendo y otro persiguiendo, se encontraban en una situación bastante desigual. Delfín ya estaba al borde del colapso, con el rostro extremadamente pálido y su cuerpo drenado de sangre. Su nivel de poder había caído de forma drástica, y casi no le quedaba fuerza en su interior.
En cambio, Juan seguía tan enérgico como siempre, sin mostrar agotamiento alguno.
Con rapidez, Juan alzó su arma y lanzó varias ondas de energía vital hacia la espalda de Delfín.
Delfín, debilitado y lejos de su forma anterior, se detuvo en su huida, giró y, tras varios intentos torpes, logró esquivar por poco el ataque.
Mirando a Juan con una expresión de odio total, Delfín dijo en voz baja: —Juan, soy el líder del Comunidad de las Almas Ligadas. ¿De verdad quieres llevar esta disputa hasta el final?
Al ver la lamentable