UN ÁNGEL PARA LA BESTIA. Capítulo 34.

Lo único que podía descontrolar a la bestia es saber a su ángel amenazado. Casi perderla creó en él esa arruga que se podía agrietar en cualquier instante, pero el dolor lo encegueció y capturó los fragmentos de brutalidad, crueldad y bestialidad para entregarlos al único ser que era capaz de resistirlo a ese nivel.

Los dedos se cerraron en la empuñadura del cuchillo que Marcelo incrustó con salvajismo hasta obtener un agujero por donde se abrió paso. La siguiente dosis fue puesta en el cuello de Alvin, manteniéndolo vivo y consciente de lo que estaba pasando.

Sí las condenas se hubiesen considerado desde el momento en que se avisó sobre qué tan maquiavélicas podían ser, quizá se evitarían muchas cosas, entre ellas los aullidos de dolor del hombre que vio de cerca la muerte.

Mientras tal imagen estaba en los ojos profundos e iluminados que no causaron nada más que terror por ser la presa de alguien que no solo causó terror, con esa sedientas ansias del olor que impregnó su ropa, cua
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