Capítulo XLIV ¿Era él?

Nadia halaba las ataduras de sus muñecas pero solo conseguía hacerse más daño. Si antes de intentar soltarse le dolía la piel, ahora el dolor era aún mayor. No soportaba el dolor en las nalgas, la silla era demasiado dura para su enorme trasero.

No supo cuanto tiempo había transcurrido desde la visita del desconocido, pero al parecer había regresado. La puerta volvía a ser abierta y el miedo en Nadia se intensificó. Sintió la presencia de esa persona detenerse muy cerca de ella. Imploraba a los dioses que no le hicieran nada malo.

Unas manos frías se instalaron en su muslo desnudo. Ella dio un respingo porque no quería ser tocada. Pero su reacción provocó más a esa persona, lo motivó a que tocará su otra pierna deslizandola hasta alcanzar la tela de los chores

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