Damián Webster.
Nadie dice nada, Amelie no hace más que llorar y Hansel no se despega de ella un solo segundo. Me quedo en mi lugar, mirando con atención a la mujer con bata blanca que lucha para no hacer contacto visual conmigo, mientras en mi cabeza los sentidos permanecen aturdidos.
¿Prepararse para lo peor? ¡No! ¡Primero la mato a ella!
La mujer sin más y con los ojos fijos en el suelo susurra un débil «lo siento» antes de emprender marcha al tiempo que hago ademán de seguirla para exigirle que me lleve al lugar dónde la tienen. Pero sin verlo venir, termino con las palmas de las manos de Hansel en mi pecho, echándome hacia atrás con fuerza.
La mujer se escabulle sin darse cuenta de lo que pasa trás ella y se pierde por la misma puerta que restrigen el paso de los visitantes.
Las emociones colisionan fusionándose en una sola; ira. Una rabia inconmensurable que se centra en el maldito hijo de perra frente a mí.
Con rabia abofeteo sus brazos para quitar sus manos de mi pecho, y lueg