No responde.Me mira y nuevamente los segundos de silencio se expanden entre nosotros. Él parado del otro lado del salón con una postura descuidada, como sí lo que acabo de preguntar no le hiciera ni el más mínimo cosquilleo en las emociones.Sus ojos no se separan de los míos y en cierto momento frunce el ceño y luego lo relaja. Ladea la cabeza a su derecha y observa por un segundo a las chicas que ya no saben ni dónde esconder la cabeza por la incomodidad que de seguro han de estar sintiendo por presencial la escena.Sus ojos se vuelven a mí, me analiza con cuidado y finalmente enarca una ceja.—Creo que sabes perfectamente como fué.— dice sin ninguna emoción, con una neutralidad tan impecable que los vellos del cuerpo se me erizan. La rabia se acentúa y sólo puedo pensar en lanzarme sobre él y clavarle en el pecho un puñal, herirlo tantas veces en el mismo sitio, para que mínimamente sea consciente del dolor que me causa.— Tú estuviste allí.Me recuerda al tiempo que un millón de i
Junio, 10Salgo del edificio con el corazón palpitando en mis oídos a causa de los nervios que no me han dejado pegar un solo ojo en toda la noche. Los guardias vestidos pulcramente con trajes negros me observan sin ningún disimulo, creyendo quizás que he metido a Mía en la diminuta bolsa dónde traigo mis cosas.Han pasado dos semanas y un día desde aquella discusión, desde la última vez que nos dirigimos la palabra. En todos estos días, las cosas seguían marchando igual; guardias custodiando el edificio a toda hora, moviéndose a cada lugar al que mi hija iba, Carmen mirándome como sí fuera la peor criminal del mundo, Mía compartiendo su cercanía con su padre y conmigo, bajo la misma regla que hace semanas el rubio interpuso.Aunque en definitiva algunos puntos de estas reglas habían cambiados. Para ser más exactos; él había bajado la guardia, metafórica y literalmente. Me había visto tan callada y quieta en las últimas semanas que quizás creyó que había desistido de la idea de irme.
Cuelgo y silencio el celular disimuladamente, sin girarme. Me cruzo de brazos con el corazón latiendome a un millón por segundo, mientras me obligo a mantenerme quieta en mi lugar. Como sí nada pasara y sólo fuera una mujer que espera a que la lluvia cese para marcharse.A través de las puertas de cristal, puedo verla, está a una distancia de cinco metros aproximadamente. Entabla conversación con cuánta persona le pasa por el frente, pero sus ojos voltean en mi dirección cada dos segundos.Los nervios que se habían aplacado al saber a mi hija fuera de la jaula de oro que su padre había construido a su alredor, florecieron al ver a la mujer a mis espaldas.En mi cabeza parere que el cerebro se ha marchando y dejado en su lugar una bola de estambre totalmente enredada. Y es que no sé porqué esta aquí, no sé sí me ha seguido para comprobar que espero un hijo, o porque sabe que estoy por marcharme con mi hija y planea aplastar mi huída llamándole a su adoración encarnada.No tengo ni la m
Damián Webster.El celular vuelve a sonar sobre la mesita de noche, lo ignoro una vez más y me concentro en terminar el cigarro entre mis dedos. Mis ojos se pierden en la fuerte lluvia que cae a fuera manteniendo un clima gris y melancólico.Le doy una calada más al cigarro y abro un poco la puerta corrediza de cristal que da paso a un balcón. El olor a humedad no se hace esperar y se adueña de cada rincón de la habitación blanca y fría del hotel en el que he estado en las últimas cinco horas.Doy una última calada y tiro la colilla afuera, mirando atentamente como la lluvia termina de apagarla y hacerla nada. Sonrío sin apartar la vista, evocando en mi memoria cada palabra, cada discusión, lágrima y pelea.Mis músculos se tensan al percibir la rabia e impotencia que los recuerdos producen.Tengo la vida hecha mierda.Un par de manos frías me regresan al aquí y el ahora, se pasean desde mi espalda hasta rodearme el abdomen, y la siento recostar su cabeza en mi espalda. Mi corazón se c
Damián.Los latidos de mi corazón ensordecen mis sentidos, mi garganta está seca, no me da tregua ni siquiera para pasar un poco de saliva. Mis ojos pican, arden, mi estómago se contraé dejándome la sensación de tener en el un enorme vacío.No escucho, ni siquiera puedo mirar con claridad a la gente que camina, corre, gritan y lloran por el área de emergencias. Mi cuerpo actúa por inercia, soy yo y al mismo tiempo no lo soy.Hansel camina a unos pasos de mí, sus pasos son rápidos, casi está corriendo y yo lo sigo de la misma forma con tres guardias a mis espaldas.Amelie lo llamó, solicito su presencia y no dude en seguirlo, los guardias aprovecharon mi inmutismo y se subieron a mi auto, totalmente decididos a pasar por sobre mí sí les pedía que se bajaran. Pero no estaba para perder tiempo, y heme aquí, con ellos pisandome los talones.Estoy aturdido, mis oídos suban y no tengo idea de qué es lo que está pasando, «¡Las mataste!» su acusación no para de dar vueltas por mi cabeza, y la
Damián Webster.Nadie dice nada, Amelie no hace más que llorar y Hansel no se despega de ella un solo segundo. Me quedo en mi lugar, mirando con atención a la mujer con bata blanca que lucha para no hacer contacto visual conmigo, mientras en mi cabeza los sentidos permanecen aturdidos.¿Prepararse para lo peor? ¡No! ¡Primero la mato a ella!La mujer sin más y con los ojos fijos en el suelo susurra un débil «lo siento» antes de emprender marcha al tiempo que hago ademán de seguirla para exigirle que me lleve al lugar dónde la tienen. Pero sin verlo venir, termino con las palmas de las manos de Hansel en mi pecho, echándome hacia atrás con fuerza.La mujer se escabulle sin darse cuenta de lo que pasa trás ella y se pierde por la misma puerta que restrigen el paso de los visitantes.Las emociones colisionan fusionándose en una sola; ira. Una rabia inconmensurable que se centra en el maldito hijo de perra frente a mí.Con rabia abofeteo sus brazos para quitar sus manos de mi pecho, y lueg
Damián Webster.—Estoy enseñándole a leer ¿Sabes?— le digo en un susurro mientras peino las puntas de su cabello con el peine que traje hace días.— Dice que Noah está aprendiendo y que ella quiere ganarle...— guardo silencio y detengo el movimiento de mis manos, poniendo toda mi atención en ella.Mis ojos se humedecen y bajo la vista a su mano dudando un segundo antes de tomarla y traerla a mis labios para dejar un cuidadoso beso en ella. La siento frágil, se mira frágil. Su piel está muchísimo más pálida de lo normal, las medias lunas bajo sus ojos se escurencen aún más con el pasar de los días.Han pasado dos semanas desde el accidente y aún la manguera del respirador artificial está conectada a su boca, impidiendole poder cerrarla. No se mueve, no se queja, no ejerce ni el más mínimo movimiento que indique que en realidad está aquí, o por lo menos que está mejorando.Simplemente se mantiene acostada como sí fuera un mueble más de la maldita habitación de hospital. Durante el día la
Junio 31Mía.Abro la libreta y sin mucho cuidado paso las páginas hasta llegar a la última dónde hay un montón de números desde el diez hasta el treinta y uno. Es un calendario de los días que mami ha estado fuera de casa, la tutora me ayudó a hacerlo después de decirle que mi abuelita y mamá se habían ido a Los Ángeles sin despedirse.Mami siempre va, allá trabaja con la señora Lucía y es la modelo más linda de todas, pero nunca se ha tardado tanto en regresar y la extraño mucho porqué desde que se fué ni siquiera responde su celular cuando trato de llamarle. La abuelita Carmen tampoco me llama y es un poco extraño que se haya ido con mamá, pues siempre que mami se marchaba ella se quedaba para cuidarnos a Noah y a mí hasta que la tía Lie regresaba e iba por Noah a casa.Pero ahora ni si quiera Noah va a casa.Papá dice que la abuelita quiso acompañar a mamá para que no se sintiera sola ya que este posiblemente sería el viaje más largo de todos, y como él estaba conmigo yo no la nec