—Lo sabía —murmura haciendo que Mateo se aleje un poco para mirarla los ojos—. Yo sabía que había otra mujer desde el primer día que comenzamos nuestra relación y, sin embargo, quise seguir. Era consciente de donde me metía.
Mateo comienza a negar con la cabeza.
—No vas a echarte la culpa —le reprende—. No importa si sabías o no donde te metías, era mi responsabilidad no continuar con la relación si sabía que no iba a poder gratificarte de la misma manera en lo que lo hiciste tú. La culpa es mía por dejarte amarme, cuando no era debido. No te echas la culpa, no lo hagas, por favor.
—Sé que me quieres, Mateo, nunca dudé de eso. Lo sé —Le dedica una sonrisa triste—. Sabe, cuando la vi, pensé que iba a actuar como maldita perra en cuanto me viera, luego me saludó como una chica más, como si no fuera la mujer que estaba robándole a su hombre —Mateo sonríe ante esa confesión—. Cuando la vi llegar y como todo el lugar se petrificó esperando a que estallara una bomba o algo así —Ahora la son