Capítulo 2
Al mediodía del día siguiente, Roberto llevó a Bellona a la casa de la familia Hester para comer.

A la madre de Roberto, Priya Corsini, no le caía bien su nuera. Ni siquiera fue a la boda de su hijo y ella.

Después de casarse, Roberto la llevó directo a mudarse, solo una vez al mes visitaban la casa de su mamá.

—Amor, no te tomes a pecho lo que mi madre diga, yo siempre estaré a tu lado. Cuando terminemos de comer, nos vamos.

Roberto tomó la mano de Bellona y le dio ese consejo.

Tan pronto entraron, Bellona escuchó la risa de Priya.

—El bebé es tan adorable, esas manitas y piecitos, ¡es imposible no quererlo con tan solo verlo!

Bellona se quedó pálida y paralizada.

La mujer que estaba al lado de Priya, la había visto antes; era la protagonista de la foto del embarazo.

—Esta es la hija de una amiga mía, Nadia Leroy.

—Está embarazada, su familia está en el extranjero y me pidió que la cuidara, esta mañana la acompañé a su consulta prenatal.

Junto a Nadia, Priya caminó hacia Roberto y le dio una foto de ultrasonido, con una mirada que parecía indicar algo.

—Mira, ¿el bebé se parece más a su papá o a su mamá?

Roberto mostró un poco de nervios en su mirada y, con tono de advertencia, dijo:

—Madre, deja de hacer ese tipo de bromas. ¿Cómo podría saberlo? Hoy es la primera vez que conozco a Nadia.

Priya le echó un vistazo a Bellona y empujó a Nadia hacia adelante.

—Déjame presentarte bien, Nadi, este es Roberto.

Nadia, sonrojada, dijo:

—Roberto.

Roberto asintió y le tomó la mano a Bellona.

—Esta es mi esposa, Bellona.

—Hola, me presento.

Bellona sintió un apretón en el pecho, mientras sus manos temblaban sin control.

La situación de Nadia era conocida por toda la familia Hester, pero le habían ocultado todo a ella.

—¿Qué pasa? —Roberto se puso nervioso de inmediato.

—¿Se te bajó el azúcar o algo?

Sacó un dulce de su bolso y, sin pensarlo, lo peló y lo acercó a su boca.

Bellona abrió la boca por reflejo.

Era solo un dulce, pero le supo amargo.

Roberto le indicó a los sirvientes que sirvieran la comida y, tomando su mano, la llevó hacia la mesa.

—No comiste bien al desayuno, come mejor al almuerzo.

Bellona seguía en silencio mientras levantaba el vaso de agua. Al verla, Roberto rápidamente le cambió la bebida por otra más tibia.

—Ya te va a llegar, no deberías tomar cosas frías, te va a doler el estómago.

—Está rica la carne, deja que yo te la corto.

Durante toda la comida, Roberto no probó más que un par de bocados, mientras que el vaso de Bellona quedó medio lleno.

—Roberto es muy buen esposo, la verdad, envidio mucho a tu hermana.

De repente, Nadia habló:

—A mí también me gustó la carne, ¿Roberto me la puede cortar?

Nadia empujó su tazón hacia él, pero Roberto ni siquiera la miró.

—Si quieres, córtala tú. Solo a mi esposa le hago ese favor.

Bellona bebió un poco de agua, luchando contra las náuseas.

—Dásela a ella, no quiero comer.

Roberto parecía disgustado, pero, al final, le sonrió.

—Entonces yo me la como, hermana, ¿cómo puedes dejarme cortar la carne para ti y luego dársela a otra persona?

Bellona miró con desprecio, sintiendo una punzada en el corazón.

Ya habían dormido juntos, y ahora intentaba hacer todo esto como si fuera puro teatro.

Priya, molesta, soltó los cubiertos sobre la mesa.

—Bellona, ¿te acuerdas de la sexta vez que fracasaste en la fertilización in vitro? Pues justo hoy Nadia está aquí, sería bueno que le pidieras consejos.

—Tía, no tengo nada que decir, me quedé embarazada a la primera con mi novio —dijo Nadia con timidez.

—Ese día era mi cumpleaños, tal vez también tuvo que ver que estaba de buen ánimo ese día.

—Bueno, mi nuera es diez años mayor que tú, no se puede comparar con lo que tú tienes.

Priya hizo un comentario ácido:

—Pensaba dejar que Nadia se quedara en casa para que la cuidara, y también para atraer algo de suerte, así quizá pronto tendré nietos.

Tan pronto como terminó de hablar, Roberto se opuso rotundamente.

—No me parece.

Priya miró con ojos amenazantes a Bellona.

—¿Qué pasa? ¿Acaso algunas personas no pueden tener hijos y no soportan ver que otros sí los tienen?

—¿Ya terminaste? —la voz de Roberto era cortante como una cuchilla.

—Madre, si quieres que no entre más a esta casa, termina lo que ibas a decir.

—Lo siento, no los molesto más —Nadia se levantó con los ojos llorosos y salió a toda prisa.

Roberto dio un paso hacia adelante por instinto, pero, al darse cuenta de su comportamiento, se detuvo.

—Ya terminé de comer —Bellona observó con indiferencia el espectáculo, se levantó y se fue.

Al salir por la puerta de la casa de los Hester, Bellona recibió un mensaje de Nadia que confirmó todo.

[El 5 de marzo es mi cumpleaños, y ese día también fue nuestra primera vez. No me dejó pararme de la cama en todo el día.]

Ese día, Bellona había fracasado por quinta vez en la fertilización in vitro.

No comió ni bebió nada, y pasó todo el día y la noche encerrada en su habitación.

Al final, cuando recuperó el ánimo y salió de la habitación, se encontró a Roberto parado en la puerta, con cara de angustiado. Ella, al verlo, solo pudo darle un abrazo.

Pero, en realidad, Roberto acababa de regresar de la cama de Nadia.

Era una situación ridícula y dolorosa.

Después de cinco años de inyecciones, ella nunca había sentido tanto dolor como el que sentía en su corazón en ese momento.

—Querida, ¿por qué estás llorando?

Roberto salió detrás de ella. Al verla llena de lágrimas, se preocupó. Y miró su teléfono sin pensarlo.
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